Jose Man​uel Merello

Comprar cuadros de bodegones. Interiores, floreros y bodegones en el arte contemporámeo. José Manuel Merello, Expresionismo. Precios de la obra.

BODEGONES

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Mujer azul.

114 x 146 cm
Técnica mixta sobre lienzo

El color en el bodegón contemporáneo.

I D E A S...

NATURALEZA 
VIVA

 ​"Para un pintor como yo, obsesionado con la composición y la estructura de mis cuadros, todo en pintura funciona como en un bodegón. El autentico reto compositivo de todo cuadro es que “trabaje” en todos sus elementos; que cada una de sus piezas engrane con precisión y “respire” con sus adyacentes e incluso forme complejas conexiones con zonas alejadas del cuadro, como intrincadas redes neuronales en sinapsis continua. Esta interconexión oculta consigue que pinturas aparentemente mal realizadas tengan un misterio que nos sublima, un ritmo extraño que no sabemos de donde procede
  

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Florero con viento azul.
92 x 73 cm
Técnica mixta sobre lienzo

Bodegón del ocaso

81 x 130 cm
Técnica mixta sobre lienzo

Bodegón malva con gato

73 x 92 cm
Técnica mixta sobre lienzo

consultar obras disponibles
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Bodegón ácido.
73 x 92 cm
Técnica mixta sobre lienzo

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Busto de caballo. La niña del alba.
73 x 92 cm
Técnica mixta sobre lienzo

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Jarrón de flores en la habitación mediterránea.
81 x 100 cm
Técnica mixta sobre lienzo
 

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Florero en el balcón del mar.
81 x 100 cm
Técnica mixta sobre lienzo

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Florero con rejillas
100  x  81 cm
Técnica mixta sobre lienzo

Ventanas, instantes

Cuando observamos un cuadro de un paisaje estamos abriendo una ventana mental a una Naturaleza que el pintor ha conseguido atrapar en su obra. La Naturaleza es libre, independiente del ser humano, pero en un cuadro en cambio es Naturaleza recreada, concebida, digerida por la mente humana. Esta maravilla amplifica el concepto de paisaje; un mar azul se convertirá en una trepidante o calmada historia de color y texturas, en un instante quieto y eterno de cómo vivió el pintor esa emoción que la Naturaleza le entegró. Y la deja ahí, en una superficie limitada y encerrada, un trozo del alma detenido en el tiempo para siempre.    

Paisaje o película

Un paisaje puede ser una copia más o menos real y naturalista, más o menos impresionista o fauve de la Naturaleza donde todo está en su sitio respetando la luz y la perspectiva natural pero también puede ser una reinvención o una recreación de ella. En Chagall, unos amantes, un caballo azul y una Torre Eiffel roja vuelan sin peso sobre unas casas dobladas y en perspectiva distorsionada. En Miró las estrellas se convierten en simbolos y grafismos que no surcan un insondable firmamento sino que bajan a tierra y se colocan delante de un pájaro, con sus destellos como rúbricas, o sobre soles azules bordeados de rojo, amarillo y negro. Los paisajes de De Chirico vibran bajo un permanente atardecer imposible...

 El género del paisaje dejó hace mucho tiempo de ser una mera evocación para ser también una invención, una disposición de elementos que con sus propias leyes y reglas completan una historia libre en el plano del cuadro. Y es entonces cuando el paisaje se convierte en una pelicula de exteriores. Lo importante y necesario es que sea un paisaje, una sucesión de elementos naturales, casas, árboles, campos, ríos y mares, soles y nubes, de manera que podamos continuar llamándoles paisajes. De otra forma estaremos ante una historia de fantasía, estaremos en una película también, sí, pero no sobre la Naturaleza.

Esto mismo es aplicable a un interior o a un bodegón, pero es en el paisaje donde mejor se manifiesta, quizás por esa ilusión de campo abierto por donde transcurre la historia de las cosas.

© José Manuel Merello

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Bodegón y luna
33 x 46 cm
Técnica mixta sobre lienzo

I D E A S...

NATURALEZA VIVA

"Para un pintor como yo, obsesionado con la composición y la estructura de mis cuadros, t odo en pintura funciona como en un bodegón. El autentico reto compositivo de todo cuadro es que “trabaje” en todos sus elementos; que cada una de sus piezas engrane con precisión y “respire” con sus adyacentes e incluso forme complejas conexiones con zonas alejadas del cuadro, como intrincadas redes neuronales en sinapsis continua. Esta interconexión oculta consigue que pinturas aparentemente mal realizadas tengan un misterio que nos sublima, un ritmo extraño que no sabemos de donde procede pero que nos avisa de que hay arte latiendo en sus torpes o “feas” costuras. Muchos de estos cuadros de mala factura, feos, están admirablemente coordinados por dentro, y los cortemos por donde los cortemos se siguen salvando como pintura autoregenerándose como la cola amputada de un lagarto. Por eso yo soy un apasionado de casi todas las corrientes artísticas y de igual manera no distingo entre temas ni entre géneros en pintura. Todos funcionan igual. Todos son al fin y al cabo un bodegón, una naturaleza viva -nunca muerta- donde disponemos los elementos hasta formar un espacio dinámico que el espectador activa y hace respirar con sus ojos mediante la observación sensible. Un paisaje es un bodegón; el sol, las nubes y los anchos campos se reparten y se alimentan entre sí como lo hacen un cuenco con los frutos que contiene y la mesa que lo sustenta. Incluso un retrato, si es bueno, se rige por estos contrapesos ocultos que le dan la vida. Hasta Las Meninas de Velázquez sería como un extraordinario bodegón -etéreo y liviano en su cielo, denso y pesado en su humanidad- con espacios profundos y riquísimos que hablan entre sí siguiendo las leyes compositivas del género del bodegón. Un tajo al azar en el cielo de Las Meninas contiene todo su arte, mantiene el nervio y la cadencia del genio, su inigualable hacer, su aire atrapado; una sola hebra de cabello transparente de la infanta Margarita ya vale un mundo, un mundo que habla en perfecta sincronía plástica con, por ejemplo, el denso y untuoso pelaje del gran danés sentado del cuadro. Aquí cada parte contiene al todo, y, como en los escapularios y reliquias de los santos, de un minúsculo trozo emana toda la gracia, toda su capacidad milagrosa.  Una señal inequívoca de fallo en una pintura es el abotargamiento sofocante entre sus partes. Si no hay respiración entre sus fragmentos nunca podrá funcionar ni hacer que el ojo viaje entre las diferentes historias y tramas que esconde. La parálisis y el cansancio del ojo es la muerte de toda pintura. Yo, cuando pinto, sabiendo todo esto, dispongo siempre mis objetos y mis asuntos como en un bodegón, trabajando en un todo pero con el mimo y el tiento de cuidar de lo pequeño, del rasgo imperceptible, de la pequeña grieta viva que desvía el camino de la gota delicada que resbala, como una lágrima, dibujando con precisión la orografía de la capa pictórica. Y lo hago así porque sé que de estos pequeños mundos depende que se active alguna emoción plástica en el espectador y el cuadro empiece a funcionar, a partir de ahí, en toda su maquinaria. Nada más puede desear toda pintura para existir: solo el ser activada e iniciada mediante la fluida y atenta observación de un espectador sin prejuicios. El resto, gracias al milagro del arte, funcionará por sí solo." © José Manuel Merello

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